Etiqueta: Ayudas a compositoras y compositores para residencias artísticas

  • Leonardo Gómez Jattin (Colombia)

    Leonardo Gómez Jattin (Colombia)

    Además de bajista, contrabajista, compositor, arreglador, productor musical, dramaturgo y poeta, Leonardo Gómez Jattin es un apasionado investigador de las relaciones entre las músicas del caribe colombiano y las músicas de la costa atlántica africana. Específicamente del lazo musical que existe entre Colombia y la República Democrática del Congo.

    Ya en 2016, al ganar el Concurso Ibermúsicas de Creación de Canción, compuso su preciosa “De Palenque a Matongé” que es parte de nuestro álbum Itinerario Canción III, en la que no sólo refleja esta hermandad musical entre los dos países sino que en la letra de la canción nos cuenta con lujo de detalles la historia de este encuentro artístico que generó un gran movimiento musical y cultural en ambos países. Es muy difícil escuchar esta canción sin querer ponerse a bailar y sin dejar de cantar su estribillo el día entero.

    Continuando con su trabajo de investigación y de creación en 2019 Jattin presentó ante Ibermúsicas su proyecto de residencia artística en Lubumbashi, República Democrática del Congo. En los primeros meses de 2020 el compositor viajó a África con el objetivo de crear allí, y de estrenar junto a músicos congoleños la obra Katanga.

    Colombia es el país de Hispanoamérica con mayor volumen de población afrodescendiente (4’600.000). Desde la instauración de la esclavitud en la primera mitad del siglo XVI, Cartagena de Indias se convirtió en uno de los más importantes centros de trata esclavista del continente americano. Atracaron en este puerto galeones portugueses con cargamentos de esclavos capturados en diferentes tribus subsaháricas de población mayoritaria de congos y angolas de lengua bantú. Con ellos llegaron también los ararás y los minas traídos de Ghana; carabalíes y lucumíes de la lengua yoruba de Nigeria; y, en menor proporción, chambas, bámbaras, biafras, xangos, nagós y mandingas.

    Muchos esclavos negros no se resignaron a su nueva condición social y huyeron a los montes que rodeaban las nacientes ciudades del continente americano. Pronto estos cimarrones lograron agruparse formando poblaciones furtivas que en Cuba y en Colombia se conocieron como palenques (quilombos en Brasil, cumbés en Venezuela). En muchas de estas poblaciones se habla una lengua criolla que conserva rasgos del portugués de los puertos del continente negro, sumados a los vocablos africanos de origen bantú y de las diversas tribus que confluyeron en la trata esclavista. Uno de los rasgos más definidos de africanía presente en estas comunidades se manifiesta en los cantos rituales ligados a las danzas fúnebres. De manera paralela a los rituales religiosos, también se practicaron cantos y danzas profanos vinculados a las festividades de los pueblos y a celebraciones relacionadas con las cosechas agrícolas. Estos bailes se introdujeron muy pronto dentro de las manifestaciones culturales y en el carácter festivo del hombre del Caribe, mezclándose con algunas músicas vecinas, incorporando instrumentos de origen indígena y generando procesos de transculturación de instrumentos de viento de origen europeo.

    El proyecto Katanga no podría desarrollarse de otra manera que no fuera yendo directamente a la fuente, para así potenciar todos los elementos que tienen sus raíces en el continente africano y que, sumándolos a los elementos resultantes de las investigaciones en música mestizas del Caribe Colombiano, Gómez Jattin ha logrado obtener una mezcla muy homogénea entre las dos corrientes musicales que hacen parte de la propuesta.

    En Colombia, la mayoría de personas que escuchan por primera vez las músicas populares congolesas contemporáneas, en especial la que se conoce como rumba congolesa, sienten que suenan a música del Caribe. No es de extrañarse, si tenemos presente que desde los inicios de la música moderna en el Congo durante los años 30, los mismos congoleses reconocieron en la música afrocaribe una de sus más notorias influencias. Pero es claro que ese sincretismo musical no se ha dado por azar, y, por razones históricas, es más razonable decir que prácticamente todos los países del Gran Caribe han sido influenciados por las tradiciones musicales de África.

    La gente Lubumbashi y de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, reconocen con orgullo a estas dos ciudades como la cuna de la rumba congolesa moderna. Cuando se habla con los músicos nacidos allí, ellos por lo general hacen alusión a tres influencias principales: 1) la música tradicional, casi siempre de carácter ritual; 2) las baladas y las músicas académicas europeas características del salón de baile; y 3) la que ellos quizá consideran que es su mayor influencia: la rumba afroantillana. El jazz y el soul también constituyen unas de las más recientes influencias.

    A pesar de tratarse de un hecho anterior a sus fechas de nacimiento, la mayoría de los músicos congoleños hablan de la llegada al Congo de las primeras grabaciones de grupos como El Sexteto Habanero, El Sexteto Nacional, El Trío Matamoros y el Trío Oriental de Santiago de Cuba.  Este  hecho  coincide cronológicamente con la llegada del Ingenio Central Colombia en Sincerín, corregimiento de San Basilio de Palenque, empresa azucarera que reclutó a macheteros cubanos y puertoriqueños que capacitaron a los palenqueros. La mano de obra venida del Gran Caribe interactuó con los trabajadores locales no sólo en las labores de la zafra, también, terminadas las jornadas laborales, enseñaron los cantos y los toques del repertorio de los sextetos antillanos a los músicos que trabajaban como macheteros, muchos de ellos consagrados intérpretes de bullerengue. Este encuentro gestó un importante movimiento en la música tradicional del Caribe Colombiano que en adelante se conoció como sexteto palenquero.

    Una de las marcas más importantes que dejó este encuentro, tanto en la música del Congo como en la del Caribe colombiano, es básicamente morfológico: en su mayoría las canciones de sexteto palenquero y las de rumba congolesa tienen una introducción lenta que sube, repentina o paulatinamente el tempo hasta llegar al montuno (segmento responsorial, coro- pregones), este último característico de casi todas las músicas de influencia afro en el mundo.

    En la década del 60, Barranquilla, ciudad portuaria donde desemboca el Río Magdalena en el Caribe Colombiano, registraría la llegada de los primeros vinilos de rumba congolesa importados por Rafael Machuca, uno de los miembros de la comisión de técnicos y mecánicos que contrató el gobierno de Congo (En ese momento Zaire), para reparar los viejos aviones que la aerolínea colombo-alemana Scadta había vendido al dictador militar Mobotu Sese Seko. En la década del 60, el comercio de discos de acetato se incrementaría gracias a marineros y comerciantes que llevaban a los puertos de Cartagena y Barranquilla música afroantillana para vender a los picoteros y coleccionistas por altos precios. Estos discos sonaban en las fiestas y eran los responsables de la popularidad de determinados picós (o pick up) que básicamente son sistemas de amplificación que prenden las fiestas en sectores populares en comunidades que, de manera colectiva, comparten una afición por los altos decibeles en las músicas, y que en la mayoría de los casos se trata de músicas de ascendencia afro).

    Los picós tuvieron una tendencia inicial hacia la salsa y la música antillana, pero en los años 70 empezó a ser desplazada por la música africana, que pronto pasó a ser la más popular en las barriadas de Cartagena y Barranquilla. Fueron llegando también temas con aire de Konpa haitiano, algunos calipsos de Harry Belafonte, y los primeros temas de Miriam Makeba y su Pata Pata. Otras dos tendencias del Gran Caribe se sumaron a la escena musical cartagenera, de Trinidad y Tobago: el socca; y de Martinica y Guadalupe: el zouk. En Jamaica el ragga muffim hacía presencia en las tornamesas y la percusión electrónica se apoderaba de los douk machine (picós) de las Antillas Francesas.

    El reconocido artista congoleño Luambo Makaidi declaró en una entrevista: “Muchas personas identifican un sonido latino en nuestra música, quizá por la instrumentación, los metales; pero nosotros hacemos los arreglos de los instrumentos de viento basados en la forma como se construyen las voces en los cantos lingala. El comportamiento de la guitarra es africano y también lo es el ritmo. Los mismos músicos cubanos dicen que su música va detrás de la nuestra”.

    Este proceso paralelo que contribuyó al encuentro de varias tendencias musicales con una raíz común, que identifica a un sector popular de varias ciudades del Caribe Colombiano, y que ha redescubierto la africanidad a través de la música y la danza de sus pobladores; es el principal insumo creativo del proyecto Katanga.

    “Desde la llegada a Lubumbashi, República Democrática del Congo encontré una enorme conexión con los músicos locales, los lazos históricos que unen la música del caribe colombiano con la música del continente africano siguen vigentes. A pesar de esto los músicos de Lubumbashi se sorprenden por el conocimiento que tenemos en Colombia de las músicas africanas, y los colombianos nos sorprendemos por la facilidad con la que ellos se incorporan a la música colombiana”.

    Además de brindar conferencias en diversos centros culturales sobre los aportes de la cultura africana a la música de las diferentes regiones de Colombia, de encontrarse con músicos locales y de componer su obra, también realizó una grabación espontánea de piezas tradicionales colombianas en el estudio del Centre d’art Waza y dos emotivos conciertos en el Hotel Lubumbashi y en Le Boucher de la ciudad de Lubumbashi. Los músicos congoleños se mostraron interesados en continuar con este proyecto musical transcontinental, tanto en el aspecto de la composición, como el de la interpretación y producción de futuras grabaciones.

    “Esta ha sido una de las experiencias más importantes de mi vida, no sólo desde el punto de vista musical, también desde el aspecto humano, y a la hora de entender el contexto que construye una música tan importante en el desarrollo de las actuales músicas del caribe”.

    El año 2020 ha marcado el inicio de la realización de residencias de Ibermúsicas en el continente africano. La de Leonardo Gómez «Jattin de Colombia en la República Democrática del Congo y le de Mo Maiê de Brasil en Senegal han sido las dos primeras experiencias de artistas beneficiados por Ibermúsicas que viajan a África en busca de las raíces ancestrales de las músicas latinoamericanas.

  • Mo Maiê (Brasil)

    Mo Maiê (Brasil)

    En enero de 2020 la compositora, multi instrumentista, investigadora del universo musical transatlántico afroamerindio, educadora por medio del arte, luthier de instrumentos africanos y capoeirista brasileña Mo Maiê comenzó su Residencia Transatlântica en el Complejo Multicultural Sobobade de Toubab Jallaw, Dakar, Senegal. Este proyecto nació del encuentro de Mo Maiê con Sobobade Band, grupo musical conformado por compositores, músicos y maestros de las tradiciones musicales ancestrales del oeste africano. El objetivo de estos encuentros fue compartir vivencias sonoras transculturales, intercambios creativos y experimentaciones entre músicos de diferentes orígenes e identidades africanas y de la diáspora negra.

    Mo Maiê trabaja habitualmente sobre la transversalidad de las artes especialmente en las áreas de la música, la literatura, el video y la performance, conectando ancestralidad, arte de la tierra, nueva tecnologías e inclusión social. Mineira radicada en Bahía es realizadora de la Revista “Terreiro de Griôs” * y de la “Escola Ateliê Nomad Djalô”, ambos trabajos enfocados en la investigación y la educación por el arte a través de la afrocentricidad y la valoración de las culturas originarias. Ha realizado viajes por África, Oriente Medio, Asia y Europa investigando sus músicas y sus manifestaciones culturales y ha llevado adelante múltiples iniciativas, montajes de espectáculos y encuentros colaborativos en su país, siempre en torno a las temáticas que forman parte de su arte y de su vida.

     

    Esta residencia se inscribe dentro de un amplio proyecto transcultural que conecta una red creativa y experimental de saberes entre músicos, artistas, educadores, productores y comunidades de Brasil y de África posibilitando que la música trascienda su función de mero entretenimiento para acercar realidades culturales que poseen raíces ancestrales comunes que van mucho más allá del ámbito musical expandiendo sus potencialidades y beneficios hacia un ámbito socio-cultural-educacional y reverberando tanto en tierras latinoamericanas como en tierras africanas.

    Resulta digno de destacar que Mo Maiê siendo mujer y música fue recibida en ambientes musicales compuestos en forma casi exclusiva por hombres. El simple hecho de que una mujer haya sido parte de esta propuesta señala una transformación dentro del panorama musical actual, transformación que parte de la propia fuerza interna de las mujeres conectadas por un movimiento femenino de concientización, visibilidad y reconocimiento. Esta experiencia de intercambio cultural es también un antídoto contra el mal, la violencia y la colonización y marca un camino de restauración y reaproximación entre músicos de un lado y otro del océano Atlántico.

    La Residencia Transatlântica celebró el encuentro entre la diversidad del universo musical brasileño y el universo musical afro-mandengue, que representa una parte del continente africano. mostrando una vez más los intensos movimientos de intercambio e hibridaciones que caracterizan los caminos de la música a través de los territorios africanos y de la diáspora negra. La residencia aconteció fundamentalmente en el complejo multicultural Sobobade, situado en Toubab Jallaw, uma pequeña villa de pescadores de Grande Dakar. Creado y dirigido por el multi-artista haitiano Gerard Chenet, Sobobade es reconocido internacionalmente como un espacio de artes, turismo y ecología en el que desde hace más de treinta años se realizan festivales, residencias e intercambios estimulando conexión y creando redes de apoyo entre artistas de todo el mundo. El grupo musical Sobodabe reside en este complejo. Está integrado por músicos africanos de Senegal, Guine Conakri, Mali y Gambia. Tocan instrumentos tradicionales del oeste africano  como Saba, Tama, Kora, Ngoni, Bolon y Balafón.

    Durante su residencia la artista realizó cuatro importantes producciones: el álbum Bambalá, grabado en Dakar y que refleja una propuesta de creación de un repertorio autoral original. El disco será publicado muy pronto en diferentes plataformas internacionales de streaming, la colección Transatlântica, una compilación con la participación de temas de compositores de Brasil, Senegal, Guinea, Mali, Angola, Mozambique, Sudáfrica y Estados Unidos reuniendo a músicos de distintos orígenes que trabajan sobre las raíces musicales africanas y afrodescendientes, la publicación literaria «Transatlântica, O Livro de Areia», que se encuentra en proceso de finalización y la creación de «Podcast Transatlântica . África do Oeste 2020», una colección de más de 60 videos para ser vistos en Youtube.

    En el transcurso de su residencia Mo Maiê tomó clases de kora, balafón, percusión, danzas y luthería con maestros de Gambia, Mali, Guinea y Senegal. Brindó conciertos en festivales y encuentros de música africana. A su vez impartió talleres sobre samba de roda y otras músicas de su país.

    “A partir de esta experiencia realizada con el apoyo de Ibermúsicas pude vivir uno de los momentos más importantes y transformadores en mi carrera como música profesional, compositora, investigadora y educadora por medio del arte. Además de posibilitar ahondar en mis estudios sobre música mandengue con maestros griôs* de fuerte tradición cultural del oeste africano, la residencia nos posibilitó registrar trabajos de compositores y músicos africanos extremadamente talentosos, generando un denso repertorio con mucho potencial de poder tocar la sensibilidad de un amplio y diverso público alrededor del mundo. Otro factor importante fue contar con la posibilidad de viajar hasta Mali, la cuna de la cultura mandengue y compartir vivencias con músicos y griôs* extraordinarios, ampliando así las redes de conexión y contacto realizando a la vez verdaderos y transformadores intercambios artísticos y culturales”.

    El año 2020 ha marcado el inicio de la realización de residencias de Ibermúsicas en el continente africano. La de Mo Maiê de Brasil en Senegal y la de Leonardo Gómez Jattin de Colombia en la República Democrática del Congo, han sido las dos primeras experiencias de artistas beneficiados por Ibermúsicas que viajan a África en busca de las raíces ancestrales de las músicas latinoamericanas.

    *  griôs: voz africana que designa a maestros portadores y custodios de los saberes, historias y valores culturales ancestrales de una comunidad.

  • David Gómez Cano (Colombia)

    David Gómez Cano (Colombia)

    Entre Agosto y Diciembre de 2015 en Córdoba, Argentina  el joven compositor colombiano realizó su residencia artística particular con con el maestro José Halac, magister de la Universidad Nacional de Córdoba. Además de las asesorías semanales con el maestro, realizó una exposición de su para la cátedra de composición en la Universidad Nacional de Córdoba y una constante investigación técnico-práctica en materias de música por computador y ritmos afrocolombianos.

    El objetivo principal de su residencia fue escribir música para cuerdas frotadas y medios electrónicos, haciendo uso de algunos elementos representativos de las músicas de los pueblos iberoamericanos.

    El resultado final fue la composición de cuatro obras:

    • “Transmisión acústica de un mensaje púrpura”. Pieza para viola sola con utilización de elementos representativos del folclore colombiano abstrayendo los ritmos de tambora de la cumbia y el fandango, contextualizándolos en la estética planteada por la obra.
    • “Preguntas microcósmicas con respuestas folcloelectrónicas”. Composición para pista y viola (medios electrónicos e instrumento). En esta pieza se destaca un fuerte contraste entre secciones generando así un juego de entramados rítmicos a macro escala que es hilado por el procesamiento electrónico del patrón base del ritmo de son corrido colombiano. Todo ello llevado a los niveles de abstracción que corresponden a la estética que propone la pieza en sí misma.
    • “Ideas variables para un músico que viaja” donde la improvisación (fundamental en las músicas folclóricas) es decisiva; pero no bajo unos patrones estrictos sino con unas ideas de libre interpretación que son expuestas en el escrito que configura la guía de la pieza.
    • “Vibración cósmica / realidad paralela”. Obra para orquesta de cuerdas frotadas con un uso constante de ritmos del interior colombiano y del son corrido colombiano. El juego tímbrico y rítmico que se genera en la pieza expone una realidad paralela a la del público que aprecia la obra cuando ésta se interpreta.